Editorial
El "boom" de la burocracia estatal
Una de las grandes promesas incumplidas del
Frente Amplio en su década de gobierno es la reforma del Estado que ofrecía
diversos planes pero que terminó con ese ominoso aumento de 50.000 funcionarios
públicos producido durante las administraciones de Tabaré Vázquez y José
Mujica.
El País /
Editorial - mar nov 4 2014
Tanto en el 2004 como en el 2009 la coalición de
izquierda anunció en sus programas de gobierno que uno de sus aportes para
modernizar el Estado sería concretar una más afinada selección del nuevo
personal a incorporar a las filas de la burocracia estatal. La realidad fue
diferente.
Aunque nada de "clientelismo",
"amiguismo" o funcionarios "puestos a dedo" había asegurado
el Frente Amplio en esas dos campañas electorales, una vez obtenido el mando
las puertas de las oficinas públicas se abrieron generosamente para dar cabida
a militantes frentistas y otros compañeros de ruta. Para empezar, hubo
emblemáticos casos de nepotismo como el protagonizado por Tabaré Vázquez al
nombrar a su hermano subsecretario del Interior (posición que conserva hasta la
fecha), o el que propició Marina Arismendi al enrolar en su ministerio
(Desarrollo Social) a su futuro yerno.
Más allá de estos sonados episodios hubo una chorrera de
designaciones que estuvieron lejos de pasar por el tan pregonado tamiz del
concurso y del examen. Por la vía de los cargos de confianza, pases en comisión
y contratación de asesores la planilla de empleados públicos se incrementó a un
ritmo parejo. Más allá de la cobertura de las bajas normales en la
administración que fueron llenadas por millares en estos diez años, Vázquez y
Mujica incorporaron además a unas 25.000 personas en sus respectivos períodos.
Da para ponerse a temblar con la sola idea de que el Frente Amplio pudiera
gobernar otro quinquenio manteniendo ese flujo de nuevo personal.
En un país en donde según el último censo la población
no aumenta y adonde arribaron hace tiempo las modernas tecnologías de la
información que simplificaron la función pública, tan desmesurado crecimiento
carece de otra justificación que no sean las viejas plagas del estatismo
sazonadas por el clientelismo y la demagogia, vicios denunciados por la
izquierda desde la oposición y que practicó hasta el hartazgo desde el
gobierno.
Es cierto que se crearon nuevos organismos y que el
Estado profundizó su labor en ciertas áreas. También es verdad que una porción
del aumento corresponde a personas que ya desempeñaban tareas públicas en
calidad de contratadas o a título provisorio cuya situación se regularizó en
los últimos años. De todos modos ninguna de estas consideraciones alcanza para
justificar ese "boom"de 50.000 funcionarios más en una administración
pública ya de por sí superpoblada.
Defendiéndose de críticas recibidas por esta política de
mano ancha en materia de oportunidades laborales en el Estado, voceros
gubernamentales suelen aducir que buena parte de los nombramientos se hicieron
en sectores críticos como la seguridad y la educación. Es un argumento que se
les vuelve en contra como un boomerang ya que a pesar de robustecer sus cuadros
la educación siguió barranca abajo como lo demuestran las cifras de repetición
y deserción registradas en Secundaria así como los resultados alcanzados por
los estudiantes uruguayos en las pruebas Pisa. Algo similar ocurre con la
seguridad en donde el mayor número de efectivos alistados no llegó a reflejarse
en una reducción en las estadísticas del crimen puesto que las rapiñas y los
asesinatos llegaron en los últimos años a niveles récord en la historia del
país.
El panorama general de la burocracia pública resulta aun
más desolador si se recuerda que en los gobiernos de Vázquez y Mujica no se
adoptaron medidas eficaces para dinamizar el aparato estatal. El promocionado
nuevo estatuto del funcionario público, aprobado tiempo atrás entre protestas
de los gremios, apenas introdujo cambios en la situación. Entre otras
propuestas que quedaron por el camino figuraba la posibilidad de destituir por
causas justificadas a los malos funcionarios. Esa y otras iniciativas quedaron
en agua de borrajas.
En suma, dos administraciones frentistas legaron un
Estado gigantesco, de un peso casi insoportable. Cuesta imaginar que el sector
privado y los sufridos contribuyentes puedan soportar la carga de un eventual
tercer gobierno de izquierda que siga alimentando semejante mastodonte
burocrático.
http://www.elpais.com.uy/opinion/editorial/boom-burocracia-estatal.html
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