OPINION COMPARTIDA
El desafío de "estar (y
seguir) vivos"
El presidente
Mujica, ese emblema del palabrerío, afirmó días atrás en su audición radial:
"Vivimos olvidando cuál es la mayor riqueza que tenemos: estar
vivos". No hay dudas de que su afirmación es esencialmente cierta, lástima
que la realidad del país que él preside envía periódicamente dramáticas señales
de que ello no es así: la actitud de las autoridades responsables apunta en
otro sentido.
El País Editorial dom ago 17 2014
Lo peor, es que
ese doble discurso ha hecho impacto en la población, que ante la reiteración
del horror que significa la muerte "gratuita" ha perdido los reflejos
del sobresalto y la indignación, como si el ánimo de quien mira o lee las
noticias ingresara poco a poco en una situación de anestesia, que impide la
reacción ante la gravedad de los hechos. El hábito lleva así a la indiferencia.
En los últimos
días (para no remontarnos más atrás en esta suerte de terror) han ocurrido dos
episodios, que una sociedad con sus valores fundamentales intactos hubiera
expresado de manera fuerte su malestar y su rechazo, porque se menospreció,
justamente, la vida y el resultado fue la muerte. La primera víctima fue un
hombre de 74 años que vivía en una casa de salud. Se descompensó y fue llamada
la Unidad Coronaria Móvil (UCM). Como el paciente era usuario de ASSE (sigla de
una institución que provoca temblores), la Coronaria llamó a la coordinadora
central de CTI y allí empezó el dramático final de su calvario. Se le indicó a
la UCM que debía trasladar al hombre al Hospital de Las Piedras, pero llegado
allí, el médico de guardia se negó a ingresarlo por falta de lugar.
El personal de
UCM volvió a ponerse en contacto con la coordinadora de ASSE en busca de una
nueva alternativa, pero la respuesta de la funcionaria fue contundente:
"Tengo orden de no recoordinar pacientes", según declaró el gerente
asistencial de la Emergencia a El Observador. En diálogos y discusiones pasaron
las horas con el paciente en la ambulancia, hasta que sufrió un paro cardíaco y
murió, pese a los intentos del personal de la UCM por reanimarlo.
Este hombre
dejó de "estar vivo" por obra y gracia del funcionamiento de los
Servicios de Salud del Estado, no porque haya olvidado "cuál era su mayor
riqueza".
El segundo caso
fue el de Melissa, una jovencita de 15 años que vivía en la localidad de Suárez
y pretendió ir con unos amigos a una fiesta de cumpleaños. A la salida, se
produjo una pelea entre bandas rivales y, por más que la chica no participó de
los incidentes, recibió un balazo y murió en el lugar. Solo 15 años y dejó de
"estar viva", que era "su mayor riqueza". ¿Cuál fue la
reacción de las autoridades competentes? El ministro Bonomi se concentró en
denostar al local ("no tenía las características mínimas
aceptables"), pero ni una palabra sobre la violencia que campea implacable
en las calles y barrios.
Así vamos.
Estos gobiernos que han pretendido refundar al Uruguay convocan con sus actos y
palabras a manifestaciones por la legalización de la marihuana, por la igualdad
de sexos, por el matrimonio homosexual o, como ocurrió también recientemente en
una casa de remates, para rechazar la subasta de trofeos de animales africanos,
mientras la sociedad aletargada, observa todo eso como si fuera natural y no le
rechina que nadie reclame por la vida de sus ciudadanos. Hombres y mujeres que
mueren aunque no estén "vinculados a la delincuencia, narcotráfico y
carezcan de problemas familiares importantes" (subsecretario Jorge Vázquez
dixit).
Algo anda muy
mal y no va a ser fácil restablecer valores mínimos que han ido desapareciendo
en un país donde los derechos humanos de la sociedad pueden incluir cualquier
cosa, menos la vida y la propiedad. Mueren o son rapiñados porque las
autoridades son incompetentes e ineficaces a la hora de cumplir con sus
responsabilidades. Porque el catecismo "progre" no se preocupa de
estas "menudencias", aunque el presidente de la República las utilice
en su filosofía de jardinera.
Este es año de
elecciones nacionales y es año de reflexión, porque lo que el ciudadano decida
va a ser lo que reciba en los próximos cinco años. Va a afectar al hombre de 74
años que pretende ingresar en un hospital en la ciudad, o a la chica de 15 años
que sale de un cumpleaños en su pueblo. Tal vez sea cuestión de pensar en serio
que la mayor riqueza que tenemos es estar vivos y preocuparse además por tratar
de seguir vivos; luego votar.
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