por Samuel Blixen
Periodista / Brecha
Compartida desde Noticias Uruguayas
Un informe de la Comisión Internacional de Juristas –organismo de las
Naciones Unidas– atribuye a la Presidencia, a la bancada oficialista y a la
Suprema Corte de Justicia una deliberada actitud de consolidar la impunidad de
los terroristas de Estado “para terminar, a cualquier costo, con la
investigación de las violaciones a los derechos humanos”.
Con su conocido y particular estilo de prudencia, Tabaré Vázquez contestó:
“Lo dijo usted, no lo dije yo”, cuando una periodista sintetizó: “De modo que
Huidobro está nominado pero no tiene su respaldo”. En un toma y daca, en medio
de tamboriles y comparsas, el presidente electo eludió expresamente un respaldo
a quien designó como ministro de Defensa de su próximo gobierno. Vázquez
resolvió la flagrante contradicción con una perogrullada: “El señor ministro es
ministro del actual gobierno. Yo comienzo a trabajar el 1 de marzo”.
Tanto gre gre para decir Gregorio explica quizás la intención de Vázquez de
desmarcarse del severo y contundente informe difundido por la Comisión
Internacional de Juristas (Cij) –organismo consultante de las Naciones Unidas
con sede en Ginebra–, que no sólo acusó al ministro Fernández Huidobro sino a
la Presidencia, a la bancada oficialista del Parlamento y a la Suprema Corte de
“consolidar un estado de impunidad para las atrocidades cometidas en el pasado
reciente”. Hasta ahora nadie en el gobierno se ha sentido aludido por unas
conclusiones que afirman una complicidad oficial con los militares y policías
responsables de los delitos de lesa humanidad.
El informe, difundido el pasado lunes 19, no anda con medias tintas, a raíz
de las conclusiones sobre la situación de los derechos humanos en Uruguay a que
llegaron dos misiones que visitaron el país en 2013. El documento de 32 páginas
dedica un capítulo especial a las últimas acusaciones de Fernández Huidobro.
“El ministro de Defensa –dice el informe–, que no ha prestado la cooperación
necesaria en las causas judiciales por violaciones de los derechos humanos
durante la dictadura, decidió lanzar un virulento ataque en contra del Serpaj y
de las Ong en general.” Recuerda los epítetos –“imbéciles”, “cercanos a grupos
nazis”, “financiados por las peores fundaciones imperiales”–– lanzados por el
ministro, y subraya las afirmaciones –“en un giro reminiscente de los peores
años del autoritarismo”– acusando al Serpaj de ser parte de “una gran campaña
muy bien financiada desde el exterior, una campaña mundial que desestabiliza la
situación en muchísimos países” y “busca objetivos oscuros”.
La Cij anota que “representantes del Poder Ejecutivo, incluyendo el
presidente de la República, minimizaron la importancia de las declaraciones
ministeriales o banalizaron su impacto, ignorando sin embargo el tema de fondo,
que es la falta de cooperación del ministerio respectivo en los casos
judiciales”.
Según la Cij, “el ministerio ha negado a los jueces letrados que iniciaban
investigaciones las listas de militares que en un momento dado revistaron en
una unidad militar; los legajos personales de algunos altos oficiales,
direcciones de soldados a quienes los abogados patrocinantes de las víctimas
querían hacer comparecer ante el juzgado y otras informaciones fundamentales
para dar impulso a los procesos”. El documento agrega que, en ocasiones, el
ministro afirmó que “ese tipo de documentación no se ha conservado en el
ministerio”. (Dicho sea de paso: los juristas de Ginebra no tienen por qué
saber que, por ejemplo, las direcciones domiciliarias del personal militar, en
actividad o en retiro, están, permanentemente actualizadas, en el Servicio de
Pensiones Militares, dependiente del ministerio.)
El documento establece que los legisladores del grupo político predominante
en el gobierno “han guardado silencio frente a lo que resulta cada vez más
evidente: que se han dado pasos para consolidar un estado de impunidad para las
atrocidades cometidas en el pasado reciente”, y han acompañado, dice el
informe, la postura prescindente de la Presidencia. La Comisión Internacional
de Juristas llegó a la conclusión de que el grupo político predominante en el
Poder Ejecutivo no ha tenido mayor interés en escudriñar el pasado reciente y
“ha predominado –dice– en estrechos círculos gubernamentales lo que los
analistas llaman la ‘teoría de los dos demonios’”.
El informe recuerda que desde hace ya un tiempo se repiten declaraciones
desde altas esferas del gobierno “que apuntan soslayada, pero inevitablemente,
a consolidar el grado de impunidad ya implantado con relación a las violaciones
del pasado reciente. Estas declaraciones se traducen en llamados a la clemencia
humanitaria que mitigue las condiciones de reclusión –debido a la edad avanzada–
de los perpetradores”.
El panorama que conduce a la inevitable conclusión de que en los tres
poderes del Estado predomina un contubernio con la impunidad se completa con
los tajantes juicios del organismo internacional hacia los miembros de la actual
Suprema Corte de Justicia. Afirma el documento que la Scj “ha asumido una
importante cuota de responsabilidad en las acciones para terminar, a cualquier
costo, con la investigación de las violaciones a derechos humanos cometidas por
agentes gubernamentales durante la dictadura militar”. El documento subraya que
no ha bastado para tal fin que las más recientes sentencias resulten
violatorias del derecho internacional (sosteniendo la prescripción de los
delitos que, por otra parte, no son considerados como de lesa humanidad); “ha
llegado a sancionar –para todos los efectos prácticos– a jueces de lo penal que
quisieron seguir con los procesos intentados contra miembros de las Fuerzas
Armadas. Estas sanciones aparecen disfrazadas como traslados de sus cargos, que
se dan de manera inconsulta e infundada, pero con el obvio resultado de
obstaculizar los avances en los procesos penales pendientes”. Deduce la Cij que
con dichos traslados (se menciona expresamente el de la doctora Mariana Mota)
la Suprema Corte y la Fiscalía de Corte buscan que los jueces y fiscales no
avancen en las causas de derechos humanos, “ignorando el devastador impacto que
sus acciones tienen sobre los procesos judiciales en curso”. La remoción de
jueces y fiscales que se encuentran al frente de casos de alta sensibilidad
política y social, sin brindar fundamentos razonables, “puede verse como un
impacto intimidatorio y aleccionador sobre otros jueces, lo que pone
ciertamente en riesgo el principio de independencia judicial”.
En el umbral de un tercer gobierno del Frente Amplio, la consolidación
presente de la impunidad desdibuja las iniciativas iniciales con las que la
propia coalición diseñó su política de derechos humanos. Concluye el informe:
“Las frecuentes referencias –desde el Ejecutivo– a la necesidad de clemencia
humanitaria –en forma de prisión domiciliaria– para el puñado de represores de
la dictadura que purga sentencia, las alegaciones a las falsas simetrías del
‘combate’ de los años sesenta y setenta, y la resistencia a proporcionar
informaciones necesarias para que se pueda conocer la verdad sobre los
desaparecidos, son todos signos que sugieren que una nueva resolución se ha
estado abriendo camino a nivel de la cúpula gubernamental. De consolidarse esta
tendencia, sólo puede conducir a un estado más pronunciado de la impunidad que
el que se ha visto hasta ahora”.
Sin embargo, la Cij sostiene que existen condiciones que permiten avanzar
hacia una resolución de los temas de verdad y justicia sobre el pasado reciente
que dé, finalmente, una alternativa aceptable y digna para las víctimas, los
familiares y la sociedad. “Para eso, el próximo gobierno deberá mostrar
determinación y ejercer liderazgo”, recomienda el documento.
En ese sentido, las recientes declaraciones de Tabaré Vázquez (“vamos a
cumplir estrictamente con el compromiso adquirido en la campaña electoral,
vamos a trabajar por la verdad y la justicia, y a trabajar para que la
situación del último de los desaparecidos pueda ser revelada: saber qué pasó.
Vamos a tomar todas las medidas necesarias para facilitar esta tarea”) pueden
ser el anuncio de una rectificación de rumbos; o pueden ser otro saludo a la
bandera.

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