La clase dominante tiene miedo y se
les nota. Temen la anarquía, que el populacho no obedezca ni reconozca la
autoridad de quienes gobiernan.
La Haine.org x José Antonio Gutiérrez
D. - 23/02/2015 :: Europa
Después de años de
saquear al país desvergonzadamente, los ricos hacen públicas sus deudas
privadas e imponen un programa de austeridad a su pueblo para que los más
pobres se hagan cargo de mantenerlos a flote. No contentos con eso, los aliados
extranjeros de esta oligarquía, los mismos que les permitieron endeudarse
astronómicamente y financiaron todas sus extravagancias, utilizan la crisis
para garantizar sus negocios: que la deuda se pague con sus debidos intereses y
que la economía se les abra para nuevas oportunidad de inversión. Comienza así
la privatización de servicios básicos y la oligarquía nacional se convierte en
la agencia comercial que administra el saqueo. Cuando el pueblo comienza a
protestar en contra de este atropello, se realizan redadas antes del amanecer,
se saca a activistas políticos de la cama para interrogarlos, intimidarlos y se
dan sentencias draconianas en contra de algunos de ellos. El sistema judicial
prohíbe la protesta social y las autoridades amenazan que no aceptarán
interrupciones al “orden”.
No estamos
describiendo a una republiqueta tercermundista a finales de la década de los
’70, sino lo que estas semanas ha estado ocurriendo en la civilizada y
progresista Unión Europea (UE). Más particularmente, en la república bananera
de Irlanda. Desde el 2008 el pueblo ha aguantado, con un estoicismo rayano en
la estupidez, todas las condiciones impuestas por la troika (BCE, FMI, UE) en
medio de la crisis, el programa de austeridad, las mentiras de un gobierno elegido
para hacer exactamente lo opuesto a lo que han hecho, las burlas de unos ricos
que se han seguido haciendo ricos a costa del saqueo impuesto al bolsillo de la
clase trabajadora. El mítico espíritu combativo de los irlandeses se ha
evaporado sin dejar huella, al punto que los griegos acarreaban pancartas en
sus protestas indicando “Nosotros no somos Irlanda”.
Pero se ha llegado
a un punto que ha emberracado al más dócil de los irlandeses. La privatización
del agua se ha convertido, literalmente, en la gota que derramó el vaso. Aunque
tratan de vender esta medida con el argumento de que es una necesidad impuesta
por la crisis, la verdad es que desde hace rato la UE viene tratando de
privatizar el servicio del agua en Irlanda: de hecho, ha habido sucesivas y
exitosas campañas en contra de la conversión de este derecho en un negocio
desde finales de los ‘90. Cientos de miles de personas en este pequeño país se
han manifestado en contra de esta política y el gobierno enfrenta una campaña
de desobediencia civil sin precedentes, en el que una mayoría de la población
de niega a pagar. Horror de horrores, GMC Sierra, la compañía encargada de la
instalación de medidores de procedencia alemana y norteamericana en las casas,
se ha enfrentado a la enconada oposición de comunidades que no los dejan
trabajar, que obstruyen, que bloquean. ¡Acción directa señores y señoras! Eso
es lo que estamos presenciando después de décadas de domesticación de los
movimientos populares mediante el pacto social.
La clase dominante
tiene miedo y se les nota. Temen la anarquía, que el populacho no obedezca ni
reconozca la autoridad de quienes gobiernan. Responden torpemente, ordenando en
una semana la detención de 17 personas que participaron en una manifestación en
Noviembre del pasado año en el distrito de Jobstown. En esta ocasión, el
vehículo de la vice-primer ministra, la laborista Joan Burton, fue bloqueado
por los manifestantes, quienes fueron acusados desvergonzadamente de
“secuestro”. Entre el primer grupo de detenidos (9 de Febrero), se encontraban
el diputado socialista Paul Murphy, concejales de izquierda y militantes
republicanos. En los días siguientes, los detenidos, todos manifestantes de la
campaña contra la privatización del agua, incluían menores de edad y
pensionados, haciendo aún más grotesco este montaje.
Aunque todos fueran
dejados provisionalmente en libertad, ayer las cortes condenaron a cinco
activistas -Bernie Hughes, Damien O’Neill, Paul Moore, Derek Byrne y Michael
Batty, todos de áreas populares de la capital- a 28 y 56 días de prisión. La
sentencia criminaliza abiertamente la desobediencia civil, una de las formas
clásicas de protesta a la cual confunden deliberadamente con “violencia”, en
abierta violación de los derechos humanos más fundamentales.
La respuesta
policial a la protesta en la apacible República de Irlanda no es nueva –bien la
conocen los habitantes de Rossport en la costa oeste, que llevan años
batallando en contra de la presencia de la petrolera Shell en sus territorios,
que han sido puestos bajo el asedio policial y han tenido que comerse más de un
garrotazo por abrir la boca.
Curiosamente, el
mismo día en que se dan los primeros arrestos en contra de los manifestantes,
el primer ministro Enda Kenny anuncia que se endurecerán las leyes anti-terroristas
a fin de enfrentar el coco islamista. Ya vemos por dónde va la cosa
-criminalizar al movimiento social. La respuesta popular está por verse:
mientras Rossport es una zona rural aislada del resto del país, la persecución
política en el corazón de Dublín, ha despertado múltiples y espontáneas
manifestaciones en estaciones policiales en todo el país y el sábado se prepara
una importante manifestación en contra de la represión, a la que se espera
atiendan miles de personas de las comunidades populares que se han llevado la
peor parte del traspaso de la crisis de los ricos a los pobres, y que ahora se
llevan la peor parte de este matoneo contra el derecho a la protesta. Ha
llegado la hora de que el pueblo de Irlanda demuestre, a los griegos, al mundo
y a sí mismo, que acá también queda dignidad.
Fuente: Anarkismo.net
http://lascotidianasdeenrique.blogspot.com
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