jueves, 14 de agosto de 2014

¿UN RETROCESO CULTURAL DISFRAZADO DE PROGRESO?

OPINION COMPARTIDA


¿UN RETROCESO CULTURAL DISFRAZADO DE PROGRESO?
Me gusta comprar en un comercio de mi barrio donde no utilizan calculadora electrónica. Su modo de trabajar se distingue de la mayoría de los comercios de Treinta y Tres, ya que hasta los más pequeños kioscos de golosinas suelen utilizar la calculadora, que parece ser hoy en día, un objeto imprescindible.
El método de trabajo de este comercio sin calculadoras, es sencillo. Los muchachos que venden (para mí son muchachos, aunque alguno ya pasó los 40) van anotando en un papel el importe correspondiente a cada producto que compra el cliente. “¿Algo más?”… preguntan amablemente, y cuando la respuesta es negativa, pasan raya y suman mentalmente, entregándole de inmediato al comprador ese papel para que lo revise si desea hacerlo antes de llegar a la caja, donde también hará su revisación el encargado de cobrar la cifra que resulta de la suma. Hace años que compro en este mercado y me deleito en comprobar cómo la sumas siempre son exactas. Es que el entrenamiento mental que tienen todos los que trabajan allí, los hace muy confiables
¿ES ESTO UN ATRASO?
Alguien pudiera sorprenderse de que este método del papel y el lápiz siga vigente en un comercio de Treinta y Tres. “¡Qué atraso!”… pudiera exclamar un visitante acostumbrado a las balanzas electrónicas que expiden un ticket impreso con el precio unitario del producto, los gramos vendidos y el costo de cada compra. También están muy naturalizados los códigos de barra que facilitan la tarea del cajero, quien todo lo que tiene que hacer es pasar por delante del lente decodificador cada artículo para que la máquina haga el cálculo de lo que tiene que pagar el cliente. Pero tal vez, lo que en principio pueda parecer un atraso, no lo es. Reflexionemos un momento en los pro y en los contra de la tecnología comercial que se está haciendo normal en todo el mundo.
Desde el punto de vista empresarial, la automatización del proceso de cálculos es una gran ventaja, porque permite un manejo más fácil de la operativa comercial, minimizando el margen de error, y no requiere la contratación de personas diestras en aritmética. Bajan las exigencias laborales, ya que cualquier persona que apenas conozca los números, puede aprender a operar una balanza electrónica programada o una máquina registradora automática. Y si el cliente paga con tarjeta, ni siquiera tiene que poner atención en dar correctamente el cambio, porque no maneja dinero en efectivo. Todo se resume a aprender a golpear teclas y usar códigos digitales. ¿Para qué sumar, restar, multiplicar y dividir, si de eso se encargan las máquinas?
Desde el punto de vista social, el atraso es muy evidente. La automatización de los cálculos favorece la obesidad mental. Quien compra o vende con éstos métodos, es liberado de la responsabilidad de hacer cálculos y de llegar a conclusiones exactas. Solo tiene que esperar que las máquinas le digan lo que debe hacer. Pierde el control de la situación y pasa a ser controlado. Y…: No es peligroso acostumbrarse a no   pensar, a solo actuar a instancias de lo que diga un tablero electrónico?
Esa costumbre puede verse reflejada en otras acciones. Lo más grave sería que las personas tiendan a perder su capacidad crítica en la medida que no son estimuladas a procesar información y llegar a conclusiones por sí mismas, a “sacar las cuentas” de lo que oyen y se les informa. El sujeto puede hacerse crédulo, y por tanto dócil, por ejemplo, al consumo de productos periodísticos que cumplan con el simple requisito de estar envasados con una buena apariencia. Esa pasividad lo hará más manejable. Tal como el sedentarismo debilita sus músculos, sus neuronas perderán capacidad, su cerebro será menos aprovechado, y como resultado, su conducta podrá ser más fácilmente dirigida
LOS BENEFICIOS DE LA GIMNASIA MENTAL
Para hacer un cálculo aritmético, hay que ejercitar la memoria. Si uno se acostumbra a no memorizar, atrofia una facultad muy útil para evaluar las acciones de otras personas, cosa muy conveniente por cierto para quienes ejercen cargos públicos y a menudo prefieren que la gente no lleve cuenta de sus actos. Quien se hace mentalmente perezoso, tenderá a obrar por imitación o inducción, y no por convicción. La persona que no confía en su propio razonamiento, o que acepta razonamientos ajenos sin cuestionarlos, se hace más vulnerable al engaño.
¿Qué pasa si en lugar de entregarnos al uso de una tecnología sustitutiva, nos aplicamos a la estimulación de nuestra capacidad mental? Estoy convencido de que si en vez de acudir permanentemente a una calculadora hacemos mentalmente las sencillas operaciones aritméticas cotidianas cuando vamos de compras, haremos una buena gimnasia mental. Por eso felicito a la gente del mercado de mi barrio, y les agradezco que estimulen mi cerebro.
No estoy contra la tecnología, de hecho disfruto y utilizo con gusto las nuevas herramientas tecnológicas disponibles. Son muchísimas las aplicaciones que tienen dándonos más opciones creativas y brindándonos acceso más rápido a buenas fuentes de información.
Pero me parecen atendibles las advertencias que surgen del sano juicio, indicando que hay que ser cuidadosos para evitar que la automatización opere en beneficio de quienes prefieren una sociedad acrítica y confiada, que siempre será más fácil de dominar que una sociedad razonadora y cuestionadora, que “use la cabeza” como se solía decir en un tiempo.
Por supuesto que usar menos las calculadoras electrónicas no será garantía de una sociedad mejor, pero me pregunto si la exagerada dependencia de ellas, no está evidenciando un retroceso cultural disfrazado de progreso
Aníbal Terán Castromán
postaporteñ@ 1222 - 2014-08-12

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