EL ESTADO
DE LAS COSAS
Guantánamo, Moreira y las etiquetas
A primera vista, parecen inexplicables. Dos hechos ocurridos en la semana
que pasó rompen los moldes que se usan para definir la política en Uruguay. Y
vistos con un poco de contexto, comprueban lo liviano de algunas definiciones
perezosas aplicadas en estos tiempos de lucha electoral.
El País / Martín Aguirre – Opinión –
28.09.2014
El primer hecho fue la salida de Luis Lacalle Pou, diciendo que no estaría
dispuesto a aceptar la llegada de reclusos de Guantánamo, pactada entre el
presidente Mujica y Barack Obama. Dejemos por un momento de lado lo justo del
pacto, que contribuiría a poner fin a una de las aberraciones más terribles
generadas por la "guerra al terrorismo". Pero para el testigo poco
informado esta postura no tiene pies ni cabeza. Un candidato de "la
derecha", "neoliberal", "de Carrasco", y por ende casi
esbirro de la embajada americana según los manuales políticos en boga, ¿por qué
hace esto? ¿Cómo se va a oponer a un acuerdo que nos hace ganar puntos con Washington?
Dos explicaciones pueden aclarar el punto: una histórica y otra de estrategia.
Aunque hoy no se mencione demasiado, durante muchos años el Partido
Nacional representó el sentir antiimperialista en Uruguay. Sobre todo por su
lucha histórica contra la influencia de Argentina y Brasil en nuestro suelo. De
hecho, el bisabuelo de Lacalle Pou, Luis Alberto de Herrera, fue el gran
responsable de evitar que en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, se instalara
una base militar de EE.UU. en Laguna del Sauce. Por esa postura debió enfrentar
una campaña durísima de agravios, entre otros, nada menos que del Partido
Comunista uruguayo. Este, siguiendo órdenes de sus jefes en Moscú, entendía que
en el marco de la guerra global contra el fascismo al que asociaban a la por
entonces peronista Argentina, la base americana en suelo uruguayo era útil a
sus intereses. O sea, que la postura de Lacalle Pou en el fondo no es nada
extraña a la historia de su partido, ni a la de su propia familia.
Por otro lado, y desde la estrategia, esa postura mueve a muchos blancos
que hoy serían definidos como de "centroizquierda". Esos a los que el
propio Tabaré Vázquez dijo esta misma semana que piensa apelar en caso de
llegar al poder sin mayorías propias, con lo cual se puede pensar que esta
postura de Lacalle Pou ayuda a cortar una vía de salida de votos blancos de ese
tipo hacia el Frente Amplio. Nada pasa porque sí.
El otro evento curioso ocurrido en la semana fue la declaración de
Constanza Moreira diciendo que "los gobiernos 'K' han sido los mejores de
los últimos 40 años" y que "he sido de las pocas defensoras del
gobierno argentino en el Parlamento". Estas palabras son difíciles de
entender a tres bandas: primero porque los "gobiernos K" son la cosa
más impopular que pueda existir en Uruguay, y por buenos motivos. Segundo, un
partido como el Frente Amplio que se jacta de ser antiimperialista, ¿cómo es
que pacta con Estados Unidos? ¿Y encima defiende a un gobierno como el
argentino que ha tenido hacia Uruguay prácticas fácilmente calificables como
imperialismo "clase B"? No contento con esto, reivindica a un
gobierno peronista, cuyo líder histórico fue siempre vilipendiado por las
izquierdas al gusto de Moreira. ¿Cómo se entiende?
Desde el punto de vista estratégico y electoral, quien esto escribe debe
admitir que no encuentra explicación posible para las palabras de Moreira.
Ahora desde el punto de vista ideológico, la cosa parece más sencilla. La
verdad es que el discurso de los "K", Néstor, pero sobre todo
Cristina, siempre han tenido simpatizantes en Uruguay. Esa postura
confrontativa con el empresariado, los medios de prensa y el sector
agropecuario, esa división del mundo entre buenos y malos, esa concepción de
que el control de todos los resortes del Estado es clave para hacer una
reingeniería de la sociedad, incluso esa visión económica neomarxista, seduce a
pequeños sectores políticos y académicos en nuestro país. Basta ver algunos
programas argentinos que retransmite el canal 5. Si no lo han manifestado en
forma más explícita, es porque es tan grande la impopularidad de los
"K" en Uruguay, que el ponerse de su lado es casi un suicidio
político. Pero cada tanto, se ve, el sentir pesa más que la estrategia.
Más allá de los hechos en sí, estos episodios muestran la debilidad de las
simplificaciones políticas. De lo difícil de adaptar la coyuntura de cada país
a conceptos como derecha, izquierda, imperialismo, o nacionalismo. La realidad
es caprichosa y no suele respetar las etiquetas.
http://www.elpais.com.uy/opinion/guantanamo-moreira-etiquetas-martin-aguirre.html
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