OPINION COMPARTIDA
Desesperados
Era verlo. En
diciembre pasado, las encuestas (en las que entonces creía Tabaré Vázquez)
auguraban un cómodo triunfo del ex presidente. Algunas decían que, muy
probablemente, en primera vuelta y sin transpirar.
El País La columna de Pepe preguntón mié sep 3 2014
Pero como le
gustaba decir al doctor desde la tribuna, "cambia, todo cambia". Y
para él y su fuerza política, las cosas cambiaron bastante. Y rápido. Antes que
se diera cuenta, su 46% devino en 44%. Luego en 42%. Se empezó a decir que
ganaría en noviembre, pero sin mayoría parlamentaria. Hoy algunos sondeos le
dan el 39% y otros el 41%. Y el triunfo, el que todos descontaban, ya está en
duda.
Ahora la
preocupación se transformó en desesperación. Los militantes no militan. Los
dirigentes frenteamplistas tienen problemas para conectarse con la gente, en el
mano a mano, donde antes dominaban. El propio candidato del oficialismo ha
discutido con militantes de su propio partido, en público, y luce cansado, sin
respuesta, y temeroso ya no solo de enfrentar un debate, sino hasta de asistir
a foros de los que participen todos los presidenciables para debatir los
grandes temas nacionales.
Si la coalición
pierde el gobierno, muchos frenteamplistas perderán el poder del que gozaron en
la última década. Los autos oficiales, los contratos para los compañeros, los
viajes pagados por el Estado y los gastos sin control podrían dejar lugar,
bastante antes de lo que pensaban, a un duro regreso al llano. A la intemperie.
Con la dirigencia
sindical pasa lo mismo. Después de todo, los que manejan los gremios y la
propia central sindical son, a la vez, militantes del Frente Amplio. Hace diez
años que tienen a su partido y a sus camaradas sentados en el gobierno. A la
hora de la negociación salarial, saben que tienen en el gobierno a un aliado, a
un socio, y nunca a un actor neutral. ¿Qué pasará si viene otro, alguien que al
menos no diga que sí a todo lo que los gremios quieren?
Frenteamplistas
al fin, unos y otros entienden que la derrota que nadie imaginaba hoy es
posible. Y han decidido dar la pelea. Como sea, cueste lo que cueste, este
noviembre hay que ganar. Hay que mantener el poder. Después habrá tiempo de
seguir las internas dentro de la izquierda. Para eso, se sabe, siempre hay tiempo.
Y entonces vale
todo. Que Lacalle Pou es demasiado joven para gobernar. Que si gana los
sindicatos no lo van a dejar tranquilo (a su padre no le dieron ni un día de
tregua, y a él le quieren hacer un paro general político-preventivo antes
siquiera de que gane). Que va a reprimir como el gobierno de su padre lo hizo
en el Filtro hace 20 años (no hablan, claro está, de los etarras, ni se
acuerdan de lo que hizo el padre de su candidato a vice, ya que la genética les
importa tanto).
Y desempolvan a
los Valenti y a los peores métodos de enchastre de una campaña. Y recurren a la
agresión, a la descalificación, a la vieja política.
¿De verdad
creen que así van a evitar lo que pretenden evitar? Se ve que el divorcio que
tienen con la realidad es peor del que uno hubiera imaginado.
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