miércoles, 3 de septiembre de 2014

Desesperados



OPINION COMPARTIDA

Desesperados

Era verlo. En diciembre pasado, las encuestas (en las que entonces creía Tabaré Vázquez) auguraban un cómodo triunfo del ex presidente. Algunas decían que, muy probablemente, en primera vuelta y sin transpirar.

El País La columna de Pepe preguntón mié sep 3 2014

Pero como le gustaba decir al doctor desde la tribuna, "cambia, todo cambia". Y para él y su fuerza política, las cosas cambiaron bastante. Y rápido. Antes que se diera cuenta, su 46% devino en 44%. Luego en 42%. Se empezó a decir que ganaría en noviembre, pero sin mayoría parlamentaria. Hoy algunos sondeos le dan el 39% y otros el 41%. Y el triunfo, el que todos descontaban, ya está en duda.
Ahora la preocupación se transformó en desesperación. Los militantes no militan. Los dirigentes frenteamplistas tienen problemas para conectarse con la gente, en el mano a mano, donde antes dominaban. El propio candidato del oficialismo ha discutido con militantes de su propio partido, en público, y luce cansado, sin respuesta, y temeroso ya no solo de enfrentar un debate, sino hasta de asistir a foros de los que participen todos los presidenciables para debatir los grandes temas nacionales.
Si la coalición pierde el gobierno, muchos frenteamplistas perderán el poder del que gozaron en la última década. Los autos oficiales, los contratos para los compañeros, los viajes pagados por el Estado y los gastos sin control podrían dejar lugar, bastante antes de lo que pensaban, a un duro regreso al llano. A la intemperie.
Con la dirigencia sindical pasa lo mismo. Después de todo, los que manejan los gremios y la propia central sindical son, a la vez, militantes del Frente Amplio. Hace diez años que tienen a su partido y a sus camaradas sentados en el gobierno. A la hora de la negociación salarial, saben que tienen en el gobierno a un aliado, a un socio, y nunca a un actor neutral. ¿Qué pasará si viene otro, alguien que al menos no diga que sí a todo lo que los gremios quieren?
Frenteamplistas al fin, unos y otros entienden que la derrota que nadie imaginaba hoy es posible. Y han decidido dar la pelea. Como sea, cueste lo que cueste, este noviembre hay que ganar. Hay que mantener el poder. Después habrá tiempo de seguir las internas dentro de la izquierda. Para eso, se sabe, siempre hay tiempo.
Y entonces vale todo. Que Lacalle Pou es demasiado joven para gobernar. Que si gana los sindicatos no lo van a dejar tranquilo (a su padre no le dieron ni un día de tregua, y a él le quieren hacer un paro general político-preventivo antes siquiera de que gane). Que va a reprimir como el gobierno de su padre lo hizo en el Filtro hace 20 años (no hablan, claro está, de los etarras, ni se acuerdan de lo que hizo el padre de su candidato a vice, ya que la genética les importa tanto).
Y desempolvan a los Valenti y a los peores métodos de enchastre de una campaña. Y recurren a la agresión, a la descalificación, a la vieja política.
¿De verdad creen que así van a evitar lo que pretenden evitar? Se ve que el divorcio que tienen con la realidad es peor del que uno hubiera imaginado.


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