LA
INDIFERENCIA POR EL MEDIO AMBIENTE
Lenta muerte del arroyo Miguelete
Una tortuga es el único ser vivo que
resalta en las aguas oscuras del arroyo Miguelete, a lo largo de 22 kilómetros.
Hay dos Migueletes: uno para pobres y otro para la clase media. En Casavalle el
cauce de agua es un basural. En el Prado, un parque.
El País / Eduardo Barreneche - dom sep 21 2014
El Miguelete nace en una zona de chacras conocida como Cuchilla Pereira
(Canelones). Varios manantiales forman allí una laguna de unos 90 metros
cuadrados: una marisma sucia, con retazos de ropa, una rueda de tractor y
bolsas de estiércol de pollo de algún criadero local. "La gente tira
basura allí cada tanto", comentó una vecina que reside en Camino del
Obelisco.A 600 metros de la naciente, el agua ya tiene el color oscuro que lo acompañará hasta su desembocadura en el Río de la Plata, a la altura de Capurro.
"Cuando era chico, pescaba bagres en el arroyo y me bañaba. Ahora no me animo a hacerlo", contó Adrián S. un vecino que vive a metros de la naciente del Miguelete.
Suciedad.
Ya en Montevideo, el arroyo Miguelete corre con más fuerza, en un cauce estrecho. Desde las barandas del puente sobre la avenida de las Instrucciones se ve el agua clara. El fondo es de guijarros y barro. En una de las orillas, un pantalón vaquero a medio quemar es la punta del iceberg de un gran basural constituido por cientos de pañales usados, gasas, ropa vieja y bolsas de nylon. Enfrente hay una casa humilde de madera. "Se vende leña", reza un cartel. Otro anuncia: "Se hacen bordados".Una mujer cuelga ropas a pocos metros del arroyo. Vive como si el vertedero existiera en otro planeta.
En la margen opuesta del arroyo funciona un humilde desarmadero de autos, cuyos caños de PVC blancos terminan alimentando el lecho de agua.
Por la avenida de las Instrucciones se pierden en la lejanía decenas de casas pequeñas, bajas, sencillas y de bloque. Chapas oxidadas en improvisados galpones. Adolescentes embarazadas regañan a sus niños pequeños. Los hombres charlan en grupos de dos o tres, despreocupados, esperando que alguna changa caiga del cielo. La vida transcurre con parsimonia en el barrio Casavalle.
El shock se produce más adelante, cuando se cruza el puente ubicado sobre Bulevar Aparicio Saravia. En la margen sur, el basural tiene casi 100 metros. El olor es impresionante. Solo falta que allí haya uranio. En este lado del arroyo no hay casas. Sí un enorme predio con desechos. En el lado norte del puente también hay desperdicios sobre el cauce y centenares de bolsas de nylon atrapadas en las raíces de los árboles de la orilla.
Debajo del puente, el agua también corre con fuerza. Sigue siendo clara cuando la profundidad es mínima. Unos metros más allá del puente, el arroyo se ensancha y el agua adquiere un color oscuro sospechoso.
A 30 metros, hacia el lado sur desde el puente, hay islas artificiales de basura indescifrable. Un chasis de auto se oxida junto a la orilla. Al costado del puente se aprecia una pequeña bajada que permite a los delincuentes desguazar un vehículo sin ser visto desde la avenida.
Un adolescente se acerca al puente cargando una enorme bolsa de basura en uno de sus hombros. Durante cinco minutos esparce los residuos sin importarle que lo están observando. El adolescente sacude varias veces el polvo de la bolsa. Luego entra en un improvisado taller mecánico ubicado a 100 metros del lugar. Enfrente del taller, dos cachilos tienen encima del techo pequeños tarros de pintura señalando que están a la venta.
En el puente sobre el Bulevar José Batlle y Ordóñez, la cara del Miguelete comienza a cambiar. El volumen de basura se reduce. En la margen sur hay un pequeño rancherío. Se trata de una "cola" del realojo del asentamiento "25 de Agosto" que la Intendencia de Montevideo llevó a efecto el 16 de agosto de 2005.
Bajo la pasarela, el cauce se ensancha y no se ve el fondo. El agua es casi negra y parece estancada. Produce escalofríos la idea de caer al arroyo. En la otra margen, algunos caballos pastando. Contra la orilla se ven montículos de bolsas, deshechos diversos y una lona embarrada.
Mirando desde el puente hacia el arroyo, se divisa cerca el "Parque Andalucía". Una pareja sale del pequeño asentamiento con un perro, cruza de Pitbull con ovejero. Atraviesa la avenida Batlle y Ordóñez y allí sueltan al pichicho. La pareja charla y hace arrumacos. Más a lo lejos, otras personas también caminan con sus perros en el césped bien cortado. Es el primer lugar que se ve claramente la mano de la Intendencia en varios kilómetros de arroyo.
Proyecto.
El pasado jueves 18 de septiembre, la intendenta Ana Olivera presentó el proyecto "Ribera del Miguelete", que prevé la construcción de nuevas calles, redes de saneamiento, alumbrado y conexiones a servicios a nueve asentamientos ubicados en barrio Lavalleja. El costo de la obra será de US$ 11.000.000.Según un estudio publicado por la Intendencia en su página web, el realojo de los asentamientos ha bajado la contaminación del arroyo, aunque no hasta el límite de los sueños del arquitecto Mariano Arana.
En 1994, el entonces candidato a la Intendencia había prometido que, en 10 años, cisnes de cuello negro nadarían en el Miguelete. Hoy, a tres década, no se ven cisnes ni garzas en el arroyo. Tampoco peces.
Prado.
En el puente sobre la avenida Millán aparece el otro Miguelete. Un arroyo para la clase media. Se trata de un parque hermoso en ambas márgenes: el pasto recién cortado se pierde a la distancia. Hay árboles de variada especie y una pulcritud casi europea.La tarde todavía es una adolescente. La suave brisa, el calor y el olor de los árboles invitan al ocio. Y muchas personas aprovechan el momento.
Allí el cauce del arroyo está canalizado con piedras. A 10 metros del puente, una esclusa artificial consigue darle mayor velocidad al agua. Desde el puente se ve el fondo. No hay movimiento alguno.
Una pareja duerme al sol acostada sobre el pasto. Ella utiliza el brazo de su novio como almohada. El único olor es el del pasto fresco; el único murmullo, el de las hojas de los árboles movidas por el viento.
El arroyo ingresa en el parque del Prado. Corre lento y en un cauce canalizado. Desde el punto de vista paisajístico, este es el sitio más agradable de los 22 kilómetros que tiene el arroyo desde su naciente hasta su desembocadura.
Sin embargo, el agua es oscura y corre lenta porque el arroyo se ensanchó. Ya no es la corriente feroz que se desliza entre piedras y basura al cruzar bajo del puente sobre la avenida de las Instrucciones. Aquí el arroyo enmarca un precioso parque muy conocido por los montevideanos. Un grupo de adolescentes con uniforme de un colegio privado pasea por la rambla sonriendo y haciéndose chistes. Los dueños de una casa rodante matean en la sombra sentados en dos reposeras.
Pasado aristocrático.
Ninguno de ellos imagina que, hace casi 100 años, un joven Jorge Luis Borges nadaba en esas aguas cuando paraba en la quinta de su tío Francisco Haedo, en la actual calle Lucas Obes. Entonces, el Miguelete -llamado así en recuerdo de los migueletes (cuerpos militares de voluntarios) que combatían por la Corona española contra los portugueses-, tenía en sus márgenes quintas y casas de veraneo, que convirtieron a la zona en una de las más distinguidas de la ciudad.A comienzos del siglo XX, el arroyo, bordeado por abundante flora autóctona y exótica, unía el Prado con la playa de Capurro y era centro de actividades naúticas y de pesca.
Hoy, luego de su pasaje por el Prado, el arroyo se desmelena un poco, aunque sin caer en la degradación de Casavalle. Al pasar bajo los puentes sobre las calles Uruguayana y Conciliación, el arroyo mantiene un perfil sombrío y un discurrir lento. En la margen norte se observa otra vez la mano de la intendencia: hay rastros de que un enorme rancherío fue realojado hace poco.
En medio del arroyo surge el primer ser vivo avistado en la recorrida. Una tortuga toma sol encima de una piedra de varios metros de largo. Es obvio que se trata de un animal resistente a la contaminación.
Ya en el último puente, sobre los accesos de Montevideo, se ve que el Miguelete no pierde los estribos al acercarse a su desembocadura. Su cauce se ensancha unos dos metros más que en el Prado.
Debajo del puente hay miles de objetos dejados por caminantes y vagabundos. Latas carbonizadas por el fuego, un colchón sucio, algunas frazadas y algo de basura quedaron abandonadas. Se trata de un desorden que deja entrever un escenario de una película cuya trama es un cataclismo nuclear.
La orilla del arroyo tiene pequeñas plantas acuáticas.
Llama la atención que en las márgenes se ve el fondo. En el centro, el agua sigue oscura como si el arroyo estuviera molesto con alguien.
Al llenar junto a la orilla una botella de refresco, sorprende que el agua, expuesta a la luz, tiene un tinte sospechosamente amarillo.
http://www.elpais.com.uy/informacion/lenta-muerte-arroyo-miguelete-montevideo.html

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