La presidenta chilena, Michelle Bachelet
/ M. Guzmán (EFE)
Bachelet se enfrenta a una
crisis que paraliza el Gobierno y daña su popularidad
EL PAIS / Rocío Montes Santiago de Chile 23 MAR 2015 - 16:27 CET
Cuando un escándalo ataca frontalmente a un Jefe de Estado en un país
presidencialista como el de Chile, donde Michelle Bachelet gozaba incluso de una autoridad mayor a la de sus
antecesores, el Gobierno entra en una crisis política profunda y en un
inmovilismo que, según lo visto en las últimas semanas, La Moneda no consigue
superar. Desde que a comienzos de febrero la prensa hizo públicos
los millonarios negocios de especulación inmobiliaria vinculados al primogénito de la mandataria,
Sebastián Dávalos, el Ejecutivo chileno parece haber perdido el control de la
agenda pública apenas un año después de haber asumido el poder. Sobre todo,
porque es el liderazgo de Bachelet y el relato de su segundo período, la lucha
contra la desigualdad, lo que se ha visto dañado con esta trama que ha
explotado en el anillo más íntimo de la presidenta.
La Fiscalía investiga los delitos de tráfico de influencias y uso de
información privilegiada en los negocios que llevaron adelante el hijo y la
nuera de la presidenta, Natalia Compagnon, en medio de la campaña presidencial
de 2013. Con ese objetivo, el pasado 6 de marzo el fiscal Luis Toledo,
acompañado de carabineros, llegó hasta la casa de la pareja en la comuna de la
Reina, en el oriente de Santiago, para incautar ordenadores y documentos.
Paralelamente, hicieron diligencias en el Palacio de La Moneda, donde el
Gobierno tuvo que entregar el móvil y el ordenador que el hijo de la
presidenta tenía como Director Sociocultural, el cargo al que tuvo que renunciar
cuando estalló el escándalo. En las últimas semanas, las esquirlas de esta
trama marcan la mayoría de las actividades públicas y privadas de Bachelet,
golpeada política y humanamente con el caso. De acuerdo a la encuesta de
Adimark, su popularidad ha bajado hasta un 39%.
La sociedad Caval, de propiedad en un 50% de Compagnon y en la que el hijo
de Bachelet se desempeñaba como gerente de proyectos en 2013, buscaba comprar
terrenos a unos 100 kilómetros al sur de Santiago que se revalorizarían con el
cambio de uso de suelo, una decisión que depende del Gobierno. La empresa
necesitaba un préstamo de 10 millones de dólares, pero ninguna institución
financiera se los concedía. Hasta que Dávalos y Compagnon lograron ser
recibidos por uno de los empresarios más ricos y poderosos del país, Andrónico
Luksic, vicepresidente del Banco de Chile. El lunes 16 de diciembre de 2013,
apenas 24 horas después del triunfo de Bachelet, el banco les informó de que se
había aprobado el préstamo.
Cuando a comienzos de febrero la prensa desveló estos negocios, La Moneda y
la propia presidenta, que se encontraba de vacaciones junto a su hijo y a su
nuera en el sur de Chile, tuvieron problemas serios para afrontar el escándalo.
En un comienzo, el Gobierno justificó los negocios y señaló que se trataba de
asuntos privados, lo que se hizo insostenible con el paso de las horas. Según
analistas políticos de todos los sectores, la jefa de Estado falló sobre todo
por apostar por sus obligaciones como madre y no por su deber al mando del
Gobierno. Su hijo tardó una semana en presentar la renuncia a su cargo en La
Moneda, Bachelet se refirió por primera vez al asunto 17 días después sin hacer
hasta ahora una condena explícita y directa y, considerando el poder que tiene
en Chile un presidente, no hizo gestiones para rescindir el contrato de
compraventa de Caval. Justamente en medio de la explosión del caso, la empresa
de su nuera terminó por sellar el negocio, con ganancias de unos 3,8 millones
de dólares para la compañía.
El liderazgo de Bachelet ha estado basado históricamente en sus propias
cualidades personales y políticas, que sobrepasaban por mucho el poder de los
partidos de centroizquierda que la apoyan, desde la Democracia Cristiana al
Partido Comunista. No es un misterio que si no hubiese sido por la socialista,
la coalición Nueva Mayoría habría tenido serias dificultades en haber regresado
al poder en 2014 después de haberlo perdido en las elecciones de 2010. La
fuerza de Bachelet se sustentaba en buena medida por su historia y su estilo
ciudadano de hacer política, alejada de los partidos, como defendieron siempre
sus asesores. El poder lo tenía la presidenta y no los dirigentes del
conglomerado, que con el escándalo de Caval pretenden recuperar el espacio que
alguna vez tuvieron en Chile. La semana pasada, pocas horas después de que
Bachelet presentara un consejo para que regule la relación de política y
dinero, los parlamentarios y los partidos de su bloque anunciaron la creación
de un equipo paralelo.
La principal incógnita, hasta ahora, no es el daño que el caso Caval
produjo a Bachelet, sino si este daño es o no reversible. Mientras tanto, el
camino judicial de la trama sigue avanzando. La empresa que compró los terrenos
de la polémica demandó a Caval por estafa, la Fiscalía incautó los cheques con
que se habían realizado por pagos a la sociedad de la nuera de Bachelet, y la
prensa sigue desvelando antecedentes sobre nuevos capítulos del controvertido
negocio.
Fuente: EL PAIS.com
http://lascotidianasdeenrique.blogspot.com
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