Kaos en la Red / Por Arturo Alejandro Muñoz - Publicado en: 28 marzo, 2015
No
es un ‘yo acuso ni un yo afirmo’… se trata solamente de un “yo sospecho”, o un
“me late qué…”
Lo
que usted leerá a continuación no tiene nada de amable… ni de “políticamente
correcto”. Lo siento, pues me parece que ya es hora de comenzar a
exteriorizar lo que se lleva muy dentro del alma y del hígado, independiente de
que ello provoque escozor en más de alguien. Precisamente por haber
mantenido estas opiniones encerradas en mi estómago el escozor ha sido
mío durante años.
Cuando
una autoridad o la prensa hablan de “desastres naturales”, ¿a qué asunto
se están refiriendo en verdad? Me parece que un desastre natural es
aquel producido por la madre natura y que afecta, directa y únicamente, a
la misma madre natura, entendiendo por cierto que doña Pachamama acostumbra
generar de vez en cuando algunos estropicios que, a la postre, usa como
reordenadores de su propio yo, porque al igual que el universo ella está viva,
activa, se mueve y cambia.
Madre
natura ha sido muy leal con los seres vivos que pueblan sus cortezas y
geografías. Nunca ha dejado de señalarles los lugares que ella ha ocupado y
que, por supuesto, puede volver a utilizar. Alguna vez utilizó tales o cuales
quebradas hondonadas y senderos para dar libre tránsito a las aguas
cordilleranas. Y aun en períodos de sequía esos sitios los dejó perfectamente
marcados para que ningún animal (racional o no) tuviese la estúpida ocurrencia
de instalar en ellos su hábitat, sabiendo o intuyendo que tarde o temprano las
aguas de la cordillera ocuparían ese trazado.
Ningún
animal que vive en libertad –nunca- estableció en esos lugares su nido,
guarida o cobijo. Ninguno. Salvo el ser humano. Ah, sí, es verdad… debo
aclarar que me estoy refiriendo al ser humano pobre… a aquel que carece de
recursos para instalar su domicilio en sitios seguros. Ese animal empobrecido
vive donde puede, y no donde quiere o donde debería habitar. Su enorme
debilidad económica le obliga a instalar vivienda en la geografía más peligrosa
y económicamente barata, es decir, en los lugares menos recomendables para esos
efectos. Cerros escarpados, riberas de ríos, faldeos de volcanes activos,
quebradas donde ‘supuestamente’ nunca volvería a correr agua, bordes costeros
que son básicamente acantilados o rompeolas, etc.
Y
cuando madre Natura se agita y decide reordenar su ser interno porque le es
necesario hacerlo, entonces, el mentado ‘desastre natural’ se transforma en una
desgracia humana que afecta casi exclusivamente a los pobres, a aquellos cuya
incapacidad económica les instó a sobrevivir instalando sus precarias viviendas
en geografías que la Pachamama tenía reservada para si misma.
Las
implicancias que tiene la consideración de los riesgos naturales en la
planificación del territorio (planificación que como bien sabemos siempre está
en manos de los dueños de la férula y del dinero), certifica una verdad
inamovible, cual es que el ordenamiento del espacio resultante de la aplicación
de criterios exclusivos de rentabilidad económica da lugar a disparidades
territoriales insostenibles en el tiempo.
Así
entonces, si el terreno es seguro, sólido -y se encuentra a resguardo de
cualquier pataleta de la Pachamama- tiene valor suficiente para que sea ocupado
por aquellos humanos que cuentan con poder económico y que, obviamente,
estén en condiciones de sufragar los gastos en dinero que ello amerita.
Por cierto, un terremoto de 9.8º Richter o un tsunami con olas de 20
metros de altura también les afectaría… pero tales eventos ocurren una vez cada
mil años, así que no hay necesidad de preocuparse.
No
sucede aquello con esos terrenos depreciados por la economía, los que se
encuentran sitos en lugares donde la ocurrencia de fenómenos naturales puede
provocar enormes daños. Allí vive la mano de obra, tan barata como el terreno
mismo que ella habita, y tan depreciada como aquel. Sin embargo, y esto
es imperioso decirlo, en ciertos casos esos terrenos –depreciados y todo-
cuentan con hermosa vista hacia el mar, hacia el valle o hacia la
cordillera.
Tal
simple pero efectiva realidad enciende las ambiciones de poderosos consorcios
económicos dispuestos a realizar cualquier barbaridad con tal de
agenciarse aquella geografía para levantar hostales, condominios, restoranes y
hoteles de lujo, pudiendo publicitar que ellos cuentan “con la mejor vista
panorámica de la región” y destinados a turistas ABC1, el llamado “turista
dólar”, o ‘turista euro’.
“Me
late” (me ‘tinca’ o barrunto) que algunos de los incendios en los cerros de
Valparaíso podrían obedecer a los asuntos insinuados en las líneas anteriores.
También “me late” que algún porcentaje significativo de la desgracia humana
acaecida en el norte atacameño deriva del desdén propio de los adinerados
socios de las empresas mineras (encargados de destrozar glaciares, valles,
aguas y poblaciones en pos del dinero), así como de la cipaya actuación de
muchos de nuestros representantes políticos entregados de cuerpo y ano al mejor
postor. Me late.
Fuente Kaos en la Red
http://lascotidianasdeenrique.blogspot.com
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