Jihad
Ahmed Mustafá Dhiab, de 43 años, en Montevideo
Pretende hacerlo frente a la
embajada de EEUU; el sirio es conocido por haber llevado esa práctica mientras
estuvo preso
El Observador.com.uy
/ The Washington Post -
23.03.2015, 09:36 hs
Pasaron meses desde que Jihad Ahmed Mustafá y otros cinco exprisioneros de
Guantánamo fueron trasladados a una casa de cuatro dormitorios en Montevideo.
Dhiab es sirio y pasó 12 años en la cárcel estadounidense ubicada en
territorio cubano. Ahora vive en Uruguay con otros tres sirios, un palestino y
un tunecino, todos provenientes del mismo lugar. Luego de una semana de
conversaciones largas y sinceras, reconoció que la transición a la vida en una
capital latinoamericana no ha sido fácil.
Las marcas de una docena de años en una celda y las huelgas de hambre que
mantuvo allí se muestran en sus demacrados 43 años y la barba salpicada de
gris.
Si bien en teoría son libres de irse de Uruguay, todavía no tienen
pasaportes. Dhiab casi nunca sale a la calle. Siente que las promesas que le
hicieron no fueron cumplidas. Quiere su casa propia, traer a su familia de
Siria, dinero suficiente para vivir con dignidad y comenzar un negocio.
Exige que los Estados Unidos se haga cargo de su responsabilidad por
haberlo encarcelado sin cargos durante más de una década.
Y así, Dhiab ha vuelto a ejercer el derecho que tenía en Guantánamo:
negarse. Ya no acepta el pago de US$ 600 por mes que le da el gobierno. Dejó de
ir de forma regular al hospital a pesar de tener una larga lista de problemas
de salud. No tiene ingresos, teléfono o las perspectivas de empleo. Predice que
los tomates, los pepinos y papas pueden durar un par de semanas más, pero tiene
un plan para cuando se acaben. "Voy a empezar la huelga de hambre. Voy a
sentarme delante de la embajada de Estados Unidos", dijo. Jihad Dhiab
puede estar fuera de la cárcel. Pero todavía no es libre.
Los expresidiarios fueron detenidos en 2002 y acusados de ser militantes de Al Qaeda, de haber falsificado
documentos, y haber sido entrenados como terroristas suicidas. Algunos se
conocían entre sí antes de su captura, y otros se vieron por primera vez en
Guantánamo. En 2009 fueron autorizados a quedar libres, pero la oposición del
Congreso estadounidense estancó el proceso.
En diciembre de 2013, Julissa Reynoso, en ese entonces embajadora de
Estados Unidos en Uruguay, se acercó el presidente José Mujica sobre la
posibilidad de asistir a un grupo de detenidos. Hasta el momento 645 presos han
sido liberados Guantánamo, pero todavía quedan 122 presos en el centro
penitenciario.
Cinco veces al día, se van a sus habitaciones y se ponen de cara al
noreste, hacia la panadería, y, más allá, a la Meca. Y oran. La mayoría no
quiere hablar sobre su situación. Algunos quieren olvidarse de Guantánamo. Uno
de ellos solo hablaría a cambio de dinero.
Para Dhiab, la ira no se ha ido. Su conversación siempre termina con
Estados Unidos, país al que ve como culpable de todo. Lo acusa de una guerra
injusta contra el islam, del robo de 12 años de su vida y de la muerte de uno
de sus cuatro hijos en Siria. En su opinión, a él lo condenaron por el simple
hecho de ser musulmán. Agradece a Uruguay por darle un lugar para vivir, pero
siente que Estados Unidos tiene que hacerse cargo de su situación. "¿Quién
tiene la culpa de que mi esposa y yo estemos viviendo en el infierno?",
preguntó, e inmediatamente dio con la respuesta: "Estados Unidos".
Fuente: El Observador.com.uy / The Washington Post
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