¿Avanzando y democratizando o hundiéndonos
sin democracia alguna a la vista?
Luis E. Sabini Fernández (*)
Las zonas francas (también denominadas “zonas de libertad comercial”,
“zonas de proceso exportador”, “zonas económicas especiales”) son el recurso
hallado por el gran capital transnacional para no bajar la tasa de ganancia o
incluso aumentarla. ¿Cómo?
Son zonas, áreas, donde se suspende la legislación nacional; allí dentro de
“sus fronteras” −el territorio cedido por el estado anfitrión− no rigen
los derechos gremiales ni los fiscales ni las normas ambientales del estado
nacional.
Está claro que la concesión de zonas francas significa una cesión de
soberanía. Que el gobierno que la decida, o más bien la acepte, la entenderá
provechosa. ¿Motivos? El más invocado públicamente, es que así se consigue
ocupación para la mano de obra nacional. Puede haber otras razones menos
publicitables, como la concesión de favores o ventajas a los anfitriones o más
bien a sus representantes. Puede finalmente existir “la razón del artillero”:
muy pocos gobernantes en países periféricos tienen la autonomía mental
como para preguntarse qué significa la proliferación de zonas francas -zz.ff.-
y, en cambio, es habitual acatar la orientación del “capitalismo en serio”.
Sin entrar entonces a buscar razones por los cuales el Uruguay está
incluyéndose en el curioso club de fervientes cultores de las zonas francas,
ubiquemos la cuestión.
No existen zz.ff. en países como EE.UU., Reino Unido, Suecia u Holanda; han
proliferado en el sudeste asiático, en América Central y México con sus
tristemente famosas “maquilas” y, ciertamente en África. Lo cual nos dice algo
sobre las relaciones centro-periferia. Pero el fenómeno de las zz.ff. se
presenta en dos variantes: zz.ff. en estados nacionales y estados nacionales
devenidos zz.ff.
Históricamente se conoce a Túnez como “el estado pionero” que resolvió
convertir todo el país en zona franca. Esto aconteció en 1972, tras el
desmembramiento de los proyectos de reforma agraria y la apertura incondicional
del país al capital extranjero, en pleno proceso mundial de creación de tales
“zonas”.
Resulta significativo que ”la primavera árabe” haya irrumpido desde Túnez,
en enero de 2011, justo en el país convertido todo él en zona franca, donde las
condiciones laborales eran tan desesperantes: Muhammad Bouazizi lo demostró
incendiándose a lo bonzo y su trágico testimonio fue la chispa que incendió la
reseca pradera árabe.
Tenemos un segundo ejemplo de esta variante. En 2009, tras el golpe contra
Zelaya, se abre en Honduras, con asistencia directa de asesores estadounidenses
e israelíes, un proceso de “democracia de nuevo tipo” presidido por Porfirio
Lobo quien junto con una persecución mortal sobre sindicalistas propugnó por la
extensión de zz.ff. Desde enero 2014 es presidente Juan O. Hernández, del
partido conservador e íntimamente ligado al universo empresario: una de sus
primeras medidas ha sido convertir el país entero en zona franca.
Con fondos surcoreanos, a menos de un mes de asumir la presidencia prometió
construir “una ciudad modelo”, es decir “libre” de todo el andamiaje legal,
judicial y administrativo hondureño... con fondos surcoreanos.
En Honduras se debatía la presencia de zonas francas de mucho antes, puesto
que América Central ha sido tierra “privilegiada” por capitales estadounidenses
para ese régimen. Al punto que Hernández derogó una decisión de la
Suprema Corte de Justicia del país que había prohibido la creación de las
mentadas “ciudades modelo” advertidos de la radical pérdida de soberanía que
presentaba el proyecto.
Cabe acotar que Honduras es el país más empobrecido de la América no
sajona, exceptuando a Haití, donde al castigo imperial se agrega el motor de la
discriminación racista.
Y bien: como para completar a “las tres marías” de las zz.ff. en el
planeta, tenemos ahora las resoluciones sobre el particular en nuestro país. El
director nacional de aduanas, Enrique Canon, en el cambio de año de 2014 a
2015, aclaró que hay un nuevo código aduanero, que promete mayores controles en
las zz.ff. (¿es que acaso no los había? y, por otra parte, ¿en qué puede
haberlos?), y que dicho código adquirirá pleno sentido ampliando “el territorio
aduanero a todo el territorio nacional” (El País, Montevideo,
27/2/2015). El director aclara además una perogrullada: “Las zonas francas
uruguayas están internacionalmente bien consideradas.” (ibíd.) Algo
indudable, aunque el desprolijo Canon haya omitido decir por quiénes están bien
consideradas. No ciertamente por los trabajadores de zonas francas ni de
Uruguay, ni de Honduras, ni de Túnez, ni de Filipinas ni de China y el largo y
penoso etcétera de la restauración del capitalismo puro y duro de comienzos del
siglo XIX, ahora en la periferia planetaria.
Hay que empezar a entender qué significa que estemos
junto a Honduras y Túnez en la decisiva cuestión de las inversiones de capital
y el tratamiento de los asalariados
(*) Integrante de la Cátedra Libre de
Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, editor y
periodista (revistafuturos.noblogs.org)
LSabini
Fuente: postaporteñ@ 1376 -
2015-04-04 20:19:38
http://lascotidianasdeenrique.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario