Por Carlos Pagni | LA NACION - Lunes 16 de marzo de 2015 | Publicado en
edición impresa
Desde que llegó a la Casa Rosada, el kirchnerismo ha contado con una
ventaja inapreciable para construir su hegemonía: la incapacidad de sus rivales
de darse una organización alternativa. El colapso del radicalismo, en 2001,
produjo un gran desequilibrio de poder. Esa estructura, que durante décadas fue
la principal vía de expresión de los sectores medios, no fue reemplazada por un
único sujeto de alcance nacional. Sin esa desarticulación opositora no se
explican los 37 puntos de ventaja que obtuvo Cristina Kirchner respecto de quien la secundó en las elecciones del año 2011. Y sin ese
abismo es imposible comprender la radicalización conceptual y política en la
que se ha ido deslizando la Argentina.
Esta configuración, que fue determinante para el funcionamiento de la vida
pública bajo el reinado de los Kirchner, quedó modificada durante este fin de
semana. La novedad más importante fue que la Convención Nacional del
radicalismo decidió
integrar una alianza con Pro, de Mauricio Macri, y la Coalición Cívica (CC), de
Elisa Carrió. Ese entendimiento desbarata una de las estrategias de supervivencia del
peronismo gobernante: el objetivo de ganar en primera vuelta con un caudal
apenas superior al 40% de los votos, pero con una diferencia de más de 10
puntos respecto de la segunda fuerza, parece ahora una quimera. Agrupados, el
radicalismo, Pro y la CC pueden aspirar, por lo menos, al 35% de los votos.
El segundo cambio lo produjo el peronismo disidente. Liderada
por Eduardo Duhalde, esa fracción reunió a un congreso en Avellaneda y se constituyó como
nueva conducción del PJ. Es muy temprano para calibrar el alcance de esta
decisión. Pero está claro que ese partido reingresará, como en 1985 y en 1999,
a un endiablado laberinto judicial.
La asamblea de Gualeguaychú consolidó el liderazgo de Ernesto Sanz en la
UCR. Además de convalidar la asociación con Pro y la CC, que él proponía, lo
proclamó candidato para enfrentar a Macri en las primarias. Esas decisiones
fueron el punto de partida de un proceso que debe despejar varias incógnitas.
Macri, Sanz y Carrió deberán afinar el instrumento que están creando mientras
compiten entre sí. Tienen la ventaja de que, en los últimos tiempos, la
relación entre el jefe de Gobierno y el titular de la UCR se ha vuelto más
estrecha. Ambos comenzaron a tratarse cuando Sanz denunció que la causa por el
espionaje de Ciro James era una maniobra que Antonio Stiuso había lanzado
contra Macri por encargo de los Kirchner. Sanz llegó a Gualeguaychú con ese
vínculo anudado. Cinco días antes había almorzado en la casa del alcalde.
Sanz tiene ahora una agenda exigente. Deberá dotar de verosimilitud a su
candidatura. Para eso, además de presentar equipos y programas, tendrá que
tensar su relación con Macri. Está obligado también a sumar a los radicales que
impugnaron su propuesta. Tiene el beneficio de que, durante la convención, se
impuso en los distritos más controvertidos: en el bloque mendocino ganó 11 a 2;
en el bonaerense, 42 a 28; en el porteño, 21 a 6, y entre los cordobeses, 18 a
3. Sanz intentará restaurar su vínculo con Cobos. Y tendrá que defender delante
de Macri la encrucijada provincial de algunos adversarios internos importantes.
El jujeño Gerardo Morales o el tucumano José Cano, por ejemplo, verían
frustradas sus pretensiones de gobernar sus distritos, que son muy ajustadas,
si Pro mantiene sus propios candidatos.
Estas negociaciones son decisivas para la gobernabilidad de una hipotética
administración no peronista. Si logra controlar varias provincias, ese gobierno
impediría que el PJ constituya una liga de gobernadores obstructiva. La
cohesión interna del radicalismo es también importante para obtener respaldo parlamentario.
Esta semana los macristas Emilio Monzó y Humberto Schiavoni seguirán negociando
con los radicales Federico Storani y Facundo Suárez Lastra un esquema electoral
común. En las primarias sólo se discutiría la fórmula presidencial. El vice de Sanz
es un enigma. En cambio, si descarta un acompañante del propio partido -Rogelio
Frigerio, por ejemplo-, Macri elegiría a Carlos Reutemann. En el centro de esta
red trabaja Monzó, quien viene ganando una partida secreta al consultor Jaime
Durán Barba. En homenaje a un marketing inmaculado, el ecuatoriano había
contraindicado la aproximación a Carrió, a Reutemann y a Sanz. Pero esos
entendimientos ahora son percibidos como un éxito de Pro.
El papel de Reutemann es crucial en relación con el peronismo. El acuerdo
decidido en Gualeguaychú pone en aprietos a Sergio Massa. En una disputa muy
polarizada, quien salga tercero en las primarias podría perder muchísimo caudal
en la elección general. Fue la tesis del convencional José María García Arecha:
"Las PASO son la primera vuelta".
El riesgo de Massa
Massa corre un riesgo especial en la provincia de Buenos Aires. Confió
demasiado en que su aliado Morales se impondría en la interna. Siempre creyó, o
le hicieron creer, que el dominio del jujeño sobre Sanz era absoluto. Le falló
la psicología. Ahora deberá contener a algunos intendentes atraídos por la
nueva coalición. Entre ellos podrían estar los radicales Mario Meoni (Junín) y
José Eseverri (Olavarría). Otros dirigentes del conurbano, como Jesús Cariglino
(Malvinas), Humberto Zúccaro (Pilar), Carlos Acuña (Hurlingham) o Walter
Queijeiro (Quilmes), están en conversaciones con el macrismo. Y también
abrieron hace meses un túnel hacia Sanz. Aquí, el papel del intendente de San
Isidro, Gustavo Posse, es decisivo. Encabeza la bandada de aves migratorias. En
la provincia de Buenos Aires una traición no se le niega a nadie. En el fondo
de esta peripecia palpita la pregunta sobre Massa. ¿Hay todavía lugar para él
en la alianza opositora? Macri fue siempre el más reacio a recibirlo. Pero a su
lado especulan ahora con un entendimiento bonaerense. ¿Massa podría agregar a
la oferta de la liga UCR-Pro-CC un candidato competitivo para la gobernación?
Quienes gestaron el acuerdo con los radicales estudian a Felipe Solá.
Aunque esté en un momento recesivo, el papel de Massa sigue siendo crucial.
Sobre todo por el peligro que implica para el kirchnerismo. La asociación que
se dispuso en Gualeguaychú daña la política oficial en dos aspectos. Uno es
discursivo. Al recurrir a la tradicional estructura de la UCR, Macri desmintió
un mito: que los denominados poderes fácticos, sobre todo los medios de
comunicación, están en condiciones de instalar un presidente. Cristina Kirchner
utilizó esta falacia durante años para desconocer la legitimidad de cualquier
proyecto alternativo: quien compitiera contra ella sería empleado de la prensa,
de las empresas o de los buitres. La representación democrática es monopolio de
su grupo.
El otro riesgo es electoral. La síntesis opositora vuelve más preocupante
la dispersión oficialista. Los peronistas con intereses territoriales, sobre
todo los intendentes bonaerenses, son hipersensibles a esta situación.
"Scioli y Massa: sobra uno", sintetiza uno de esos caudillejos. En
este contexto debe ser leído el congreso que Eduardo Duhalde reunió en
Avellaneda para quedarse con la conducción partidaria. Es la plataforma que él
ofrece a Massa y a Daniel Scioli para una reconciliación general del peronismo.
Duhalde se comunica con Massa a través de Alberto Pierri. El diputado no se
define. Pero en Avellaneda estuvieron dos de sus aliados: Juan Carlos Romero y
Ramón Puerta.
Es muy probable que Duhalde no consiga su objetivo. El entrerriano Héctor
Maya, uno de los organizadores del congreso, se burlaba de sí mismo: "Esto
de repartirnos el PJ me hace acordar a las partidas de póquer de cuando éramos
estudiantes. Una vez llegamos a poner sobre la mesa 5 millones de pesos. Pero,
cuando quisimos comprar una pizza, no nos alcanzaban las monedas". Es
intrascendente. El objetivo de Duhalde es otro: enredar al kirchnerismo en una
querella por las investiduras partidarias en plena campaña electoral. Habrá
alegatos en lo de María Servini de Cubría, apelaciones y recursos a la Cámara.
Además, Duhalde no está pensando en los próximos meses, sino en el próximo año.
¿Quién será el dueño del PJ cuando la señora de Kirchner vuelva al llano?
Duhalde sabe que con sus movimientos inquieta a Scioli. La defenestración
de Juan Carlos Mazzón fue una señal inconfundible: en la Casa Rosada no tolerarán
que el gobernador quiera armar su propia red dentro del partido. ¿Podrían
dejarlo fuera de las listas? Si ése fuera el caso, con la reunión de Avellaneda
Duhalde preparó para Scioli un simulacro de lo que Sanz ofreció a Macri en
Gualeguaychú.
Es dificilísimo que Scioli acepte ese programa. Él se ha fijado otra hoja
de ruta. Hasta el 22 de junio, día en que vence la inscripción de las
candidaturas, será un talibán del kirchnerismo. Desde esa fecha hasta el 9 de
agosto, cuando se celebren las primarias, se mostrará un poco más
independiente. Y para las elecciones generales tomará distancia de la
Presidenta.
El plan puede ser más o menos razonable. Pero tiene un defecto que puede
hacerlo trizas: que lo dice desde ahora..
Fuente: LA NACIÓN.ar
http://lascotidianasdeenrique.blogspot.com
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