Campos agrícolas abandonados
Periódico La Jornada / Alejandro
Nadal - Miércoles 11 de marzo de 2015
Las proyecciones demográficas indican que para el año
2050 la población total en el mundo superará los 9 mil millones de personas.
Sin duda la presión sobre los ecosistemas del planeta aumentará por el
crecimiento demográfico. Pero no todos los humanos tienen el mismo impacto
sobre el medio ambiente. Hoy 20 por ciento de la población mundial absorbe 80
por ciento de los recursos naturales consumidos cada año.
Esto no quiere decir que el factor demográfico no es
importante. Pero la disparidad en el acceso y consumo de recursos es una señal
de que se necesita un análisis menos burdo para evaluar su impacto sobre el
medio ambiente. El hecho de que desde hace decenios el hambre está más
relacionada con la falta de ingreso que con la escasez de alimentos también
debiera orillar a una reflexión más cuidadosa.
Por eso el estudio de las fuerzas económicas que
impulsan la destrucción ambiental es vital en cualquier discusión sobre
sustentabilidad. Desgraciadamente este análisis está ausente en las
evaluaciones que realizan gobiernos y estados nacionales sobre el estado del
medio ambiente. Los estudios del Programa de Naciones Unidas sobre medio ambiente
y los de la Convención sobre biodiversidad siempre exhiben una gigantesca
laguna en este tema.
La Evaluación de los ecosistemas del milenio,
investigación realizada entre 2001-2005 menciona el tema de los ‘motores’ de la
destrucción ambiental, pero su ‘análisis’ se limitó a unos párrafos anodinos
sobre el crecimiento del PIB.
La realidad es que tanto el crecimiento como el
estancamiento tienen fuertes repercusiones negativas sobre el medio ambiente.
La intensificación del ritmo de actividad económica genera presiones sobre
muchas dimensiones del medio ambiente, pero su freno conlleva otras fuentes de
tensión. Es necesario profundizar en el análisis de estructuras para derivar un
cuadro más completo y riguroso.
Entre las principales características de la economía
mundial que repercuten sobre la salud de los ecosistemas se encuentra la
dominación del sector financiero, la concentración de poder de mercado entre
las grandes corporaciones del planeta y la tendencia a la sobre inversión y
exceso de capacidad productiva.
El predominio del sector financiero distorsiona los
patrones de inversión y gestión, privilegiando la orientación hacia la
maximización de rentabilidad a corto plazo, recortando costos en rubros como
mantenimiento preventivo o manejo de desechos industriales. Este sesgo es
nefasto, pero es especialmente grave en las ramas cercanas a la base de
recursos naturales (por ejemplo, en la industria extractiva y de energía).
Además, a partir de la desregulación en finanzas y banca la irrupción del capital
financiero en los mercados de futuros de productos básicos ha desfigurado el
proceso de formación y descubrimiento de precios de todo tipo de commodities,
desde granos básicos hasta minerales.
Otro rasgo clave de la economía mundial que tiene fuerte
impacto ambiental es la tendencia a la concentración de poder de mercado. Este
fenómeno es generalizado en todas las ramas de la actividad económica y ese
poder le permite a unas cuantas (y muy grandes) empresas manipular precios de
insumos y productos finales. Los creyentes en las virtudes del mercado deben
saber que estas y otras prácticas restrictivas afectan el proceso de formación
de precios y quitan incentivos para que las empresas ‘escuchen’ las
preferencias de los consumidores concernidos por el estado del medio ambiente o
por el bienestar social. En su expresión más brutal, este poder permite a
grandes consorcios acaparar enormes extensiones de tierras y bosques como
reservas precautorias privadas en las que literalmente, hacen lo que quieren
lejos de toda supervisión o control oficial.
El exceso de capacidad instalada es otra característica
que repercute gravemente sobre el medio ambiente. Está relacionado con la forma
en que se realizan las inversiones y la euforia durante la fase ascendente de
los episodios de auge y caída del ciclo de inversiones. Los bancos participan
de estos ciclos, como lo demuestra el análisis de Minsky. Lo cierto es que hoy
en día casi no hay industria que no sufra bajo el peso de altísimos niveles de
sobrecapacidad instalada. En el contexto recesivo (y hasta deflacionario)
actual, eso es muy mala noticia. En el caso de las industrias cercanas a la
base de recursos naturales, las repercusiones ambientales son graves porque la
presión para amortizar costos hundidos puede traducirse en tasas de
sobrexplotación.
Estos son los factores que inciden en el acaparamiento
de tierras, deforestación y en los esfuerzos por privatizar recursos como el
agua. En México, el estancamiento económico conduce a los grandes consorcios a
buscar desesperadamente afianzar el control sobre el agua como paso para
garantizar sus niveles de rentabilidad. El resultado final será mayor
degradación ambiental, más concentración de poder y una más intensa asimetría
en el consumo de este recurso.
Twitter: @anadaloficial
Fuente: La Jornada
http://lascotidianasdeenrique.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario