Vázquez y Sendic
recorrieron Avenida Libertador sobre una camioneta Fordson (Foto N.
Garrido)
La caravana presidencial hacia Plaza
Independencia reveló la distancia entre los estilos de Vázquez y Mujica
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El Observador.com.uy /
Nicolás Delgado @nicodelgado13 - 02.03.2015, 05:00 hs
Las inmediaciones del Palacio Legislativo están repletas
de gente. Casi no se puede caminar por Avenida Libertador. Conseguir un lugar
en la vereda para saludar al primer presidente electo de la izquierda, Tabaré
Vázquez, es una odisea. Miles de militantes estallan en algarabía y luchan codo
a codo por verlo pasar.
Eso sucedió hace exactamente una década, el 1º de marzo
de 2005. Ayer, el escenario y el protagonista eran los mismos pero muy distinto
el entusiasmo que acompañó a la caravana presidencial desde el Palacio
Legislativo hasta Plaza Independencia.
La chispa popular brilló hace cinco años, cuando asumió
José Mujica, y estalló este viernes, cuando el presidente, en despedida, encendió
el sueño del regreso ante un multitud que lo reverenció en Plaza Independencia.
Pero ayer la fogata frenteamplista se mostró tenue.
En la previa, mientras Vázquez juraba ante la Asamblea
General, unos 50 militantes de la Unión de Juventudes Comunistas (UJC) llevaron
la voz cantante contra las vallas, afuera del Palacio Legislativo. “Maduro,
amigo, el pueblo está contigo”, coreaban los jóvenes y flameaban sus banderas
rojas, aunque el mandatario caribeño nunca llegó a Montevideo. Hasta ellos, para
apretarles la mano y levantar el puño, se acercó el vicepresidente de
Venezuela, Jorge Arreaza, secundado por un pelotón de escoltas.
En cuanto al resto, había mucha valla y poca gente en
torno al Palacio Legislativo.
Luego de que el presidente juró, una tropilla de Blandengues abrió paso a la camioneta Fordson que llevó en su caja a Vázquez y al vicepresidente, Raúl Sendic, hasta Plaza Independencia. Veinte guardias de seguridad rodeaban el vehículo y un cordón de 300 militantes, con remeras blancas, formaron el cordón humano para evitar que los simpatizantes se acercaran demasiado al flamante mandatario. El director de la Guardia Republicana, Rovert Yroa, jefe del operativo de seguridad, caminó detrás de la Fordson en una señal clara de que las precauciones adoptadas se diferenciaron bastante de las elegidas por José Mujica durante su gestión.
Luego de que el presidente juró, una tropilla de Blandengues abrió paso a la camioneta Fordson que llevó en su caja a Vázquez y al vicepresidente, Raúl Sendic, hasta Plaza Independencia. Veinte guardias de seguridad rodeaban el vehículo y un cordón de 300 militantes, con remeras blancas, formaron el cordón humano para evitar que los simpatizantes se acercaran demasiado al flamante mandatario. El director de la Guardia Republicana, Rovert Yroa, jefe del operativo de seguridad, caminó detrás de la Fordson en una señal clara de que las precauciones adoptadas se diferenciaron bastante de las elegidas por José Mujica durante su gestión.
A la cercanía con la gente del presidente saliente, se
opone la distancia precavida del entrante. Al desparpajo para afrontar los
protocolos de Mujica, la cautela y sobriedad de Vázquez, que saludó levantando
una mano y soltando besos a los que se arrimaron para vitorearlo: “Y ya lo ve,
y ya lo ve, el presidente es Tabaré”.
Todo el que se arrimó a avenida Libertador pudo saludar
al presidente en primera o segunda fila. Incluso, los comunistas que estaban
afuera del Palacio Legislativo subieron caminando el repecho de Libertador
junto a la caravana. A diferencia de la mayorìa de las marchas presidenciales
desde el retorno de la democracia, esta vez sobraba espacio en la vereda para
seguir de cerca al mandatario.
Entre los militantes, había más banderas y carteles con
la figura de Mujica que con la de Vázquez. “¡A seguir el camino del Pepe!”,
escuchó el presidente, que divisó al gritón y desvió enseguida la miraba.
Vázquez devolvía los saludos más fraternos besándose los
dedos índice y mayor. “¡Ay! ¡Qué divino que está!”, comentó una cuarentona al
recibir la sonrisa de Sendic, que acaparaba los suspiros.
La sonrisa presidencial se borró cuando la camioneta
Fordson cruzó una esquina donde decenas de familiares levantaban en silencio
pancartas con los rostros de los desaparecidos por la dictadura. Entonces,
Vázquez cambió el semblante, se llevó la mano derecha al pecho, la apoyó sobre
su corazón y desfiló frente a los presentes y los ausentes.
La caravana cobró color y calor unas cuadras más
adelante, al doblar por la avenida 18 de Julio. El tránsito se tornó más lento,
la alegría más estridente y el canto más nítido. “¡O-le-lé! ¡O-la-lá! Si este
no es el pueblo, ¿el pueblo dónde está?”.
El paso se enlenteció aún más al llegar la Fordson a la
calle Convención. Las vallas cercaban Plaza Independencia, por lo que los
militantes se esparcían por dos o tres cuadras de 18 de Julio. “¡Uruguay!
¡Uruguay!”, fue el canto que acompañó el tramo final de la caravana.
Así desembarcó Vázquez en el estrado, seguro y cuidando
la distancia, si se lo compara con su antecesor. Después de devolverle la banda
presidencial, Mujica, cual gran bestia pop, caminó hacia las vallas que lo
separaban de la gente, estiró su brazo y apretó la mano de varios militantes,
que devenidos en fanáticos coreaban su apodo. Al mismo tiempo, detrás suyo,
sobre el escenario, Vázquez tomaba juramento protocolar a los ministros.
Fuente: El Observador
http://lascotidianasdeenrique.blogspot.com
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